La Unión de agricultores y ganaderos de CLM dice que la serie histórica desmiente que los incendios los causen los agricultores

Acercar Disminuir el zoom Imprimir

Y asegura que el Gobierno de Castilla-La Mancha se centra única y exclusivamente en prohibir y limitar la actividad agraria y ganadera, a pesar de que, de los 1.355 incendios anuales, solo 36 tienen origen en la actividad agrícola.

 En los años 60 del siglo pasado, el número de hectáreas quemadas era sensiblemente inferior al de las últimas décadas. El aumento ha sido, en la práctica, inversamente proporcional a la disminución de la población agraria. Esto demuestra que la reducción de ganaderos que realizaban una labor preventiva al disminuir la materia combustible en los campos y la de agricultores que apagaban los fuegos cuando aún no eran más que un conato ha dado lugar a un mayor número de incendios, más virulentos. Una realidad que choca con el relato oficial, que, de forma insistente y errónea, sigue culpando al campesino de los fuegos.

Todos hemos podido ver imágenes de agricultores arriesgando su vida mientras, de forma absolutamente eficiente, atajan el fuego. Todo esto ocurre mientras, desde las administraciones públicas, se trata de obstaculizar su labor, ya sea mediante órdenes a la Guardia Civil para impedirles el acceso a las zonas incendiadas, o con condiciones impuestas por la PAC que, en la práctica, provocan que los cultivos leñosos estén llenos de pasto. Lo que antes eran áreas cortafuegos, hoy se han convertido en superficies extremadamente combustibles.

 Redunda en nuestras conclusiones lo expresado por el viceconsejero de Medio Ambiente de Castilla-La Mancha, quien, en declaraciones a la prensa, afirma:

"Un fenómeno cuyo origen sitúa en el éxodo rural del último tercio del siglo pasado..."

"A la vez que las nuevas formas de cultivo hacen que parcelas como los olivares ya no sirvan de cortafuegos.

"(Entrevista concedida a la agencia EFE.)

Unión de Castilla-La Mancha pide, a riesgo de ser pesados y repetitivos:


Que se deje de atacar al sector agropecuario, culpándolo de causar los incendios, cuando todo demuestra que no solo no los causa, sino que los previene y los apaga.

Que se modifiquen las normas de la Política Agraria Común (PAC) que convierten nuestros campos en auténticos polvorines.

Que no se impida el acceso del campesino a la zona que arde, porque su labor es indispensable en la contención y extinción del fuego.

Que las mismas restricciones que se aplican a la agricultura sean de obligado cumplimiento para el resto de actividades y sectores. O bien, que se levanten para que todos reciban un trato igual.

 Y todo esto, para hoy, no para mañana.

¡El fuego no espera!