Cuando se cumplen 30 años de la fotografía de La Tierra enviada por la sonda Voyager 1, a más de seis mil millones de kilómetros, en un minúsculo lugar de aquel ‘punto azul pálido’, como dio en llamar el célebre astrónomo y divulgador Carl Sagan, reside alguien que aporta su ingenio para que la exploración del Universo sea cada día más precisa.
Miguel Ángel Canay, el afable vecino rabanero cuyo ingenio contribuye a observar con precisión las condiciones de exoplanetas
Natural de La Coruña, Miguel Ángel
Canay es esposo de rabanera, padre de rabanero de cinco años y, junto a su familia,
vecino de Argamasilla de Calatrava desde hace ya unos años. De aquí se desplaza
a diario en AVE a Madrid para seguir con otra de sus pasiones, ahora como jefe
del grupo de Ingeniería Mecánica en Airbus Defense and Space.
La humildad y relatividad ante la
vida con que la especie humana bien debiera verse reflejada en ese espejo que
supone la citada fotografía, forma parte de la personalidad de este hombre
afable, sencillo y amante de las pequeñas cosas, muy agradecido, de todo
corazón, por la acogida que siempre ha encontrado en esta población de
adopción.
A pesar de la envergadura de algunos
proyectos en los que participa, su cordialidad y cercanía no hace pensar en su decisiva
aportación para encontrar exoplanetas en otras estrellas. Hace ahora poco más
de un mes, un cohete ruso Soyuz ponía en órbita el satélite Cheops, con el que
la Agencia Espacial Europea (ESA) recogerá datos decisivos.
Canay, que es ingeniero aeronáutico
superior, llegó a este sector nada más terminar la carrera. Lo hacía en la
división espacial de Construcciones Aeronáuticas, firma dedicada principalmente
a la fabricación de aviones, pero también con presencia en la industria
aeroespacial, puesto que España es miembro de la ESA.
Fue, precisamente, con 25 años de
edad, “en una época en la que la contribución española se incrementó mucho, y
yo entré como parte de una hornada de nuevos ingenieros”, rememora. De hecho,
si con anterioridad eran apenas 36 los profesionales en este campo tan
específico, se llegó a dar cabida a más de 300 personas.
Diseño y cálculo de estructuras de satélites
Desde entonces se ha venido dedicando
al diseño y cálculo de estructuras de satélites y en los últimos ocho años, en
un escalafón más alto como es el de la arquitectura mecánica de vehículos
espaciales, “que es la disciplina encargada de hacer acomodación interna de los
subsistemas de un satélite”.
Y no solo eso, sino lo que resulta
más apasionante y decisivo en este ámbito, “asegurar que es compatible con
vibraciones, cargas que se producen durante los lanzamientos, requisitos de
estabilidad, de apuntamiento,… todo lo que es necesario para, desde el punto de
vista puramente mecánico, poder hacer que el satélite cumpla su misión”.
“La ingeniería de vehículos
espaciales es apasionante –reconoce–, porque muchas veces nos encontramos con
que lo que existe no nos llega y tenemos que desarrollar cosas nuevas y enfrentarnos a retos tecnológicos”. En
Cheops, “el reto era acomodar soluciones existentes a un proyecto con un
presupuesto relativamente limitado y poco tiempo”.
“A un ingeniero lo que le gusta es resolver
problemas”
Por eso, apostilla Canay, “el talento
tuvo que invertirse no sólo en el área mecánica, sino en todos los subsistemas.
En acoplar soluciones existentes a un nuevo vehículo, a una misión única y ahí
estuvo el reto que también es apasionante. Al final, a un ingeniero lo que le
gusta es resolver problemas, si no los hay pues se muere”.
El objetivo de este pequeño observatorio
espacial es medir el radio de exoplanetas ya conocidos para disponer de una
muestra más completa que permita estudiar mejor sus propiedades y arquitectura,
algo que tiene previsto llevar a cabo durante tres años y medio, obteniendo nuevos
datos de los planetas extrasolares seleccionados.
“Esta misión en concreto, Cheops, es
uno de los pequeños pasos para responder a esa gran pregunta que todavía la
ciencia no es capaz de resolver a día de hoy, la de si estamos solos en el
Universo”, aunque transcurrido el mes de la puesta en órbita del satélite, será
a finales de este invierno cuando los científicos empiecen a utilizarlo.
La mayor incertidumbre para todo ingeniero
aeroespacial
Algo que va a ser posible tras ese punto
de “incertidumbre” como es el lanzamiento de todo vehículo espacial, pues, como
precisa Miguel Ángel, éstos “no tienen reparación por definición y […] el
lanzamiento es el momento más crítico, desde el punto de vista de las vibraciones”.
“El cohete es el ambiente mecánico
más severo para un satélite de toda su vida útil y, además, un ambiente que
dura entre 100 y 200 segundos. Son tres minutos de caos y, si sobrevive a
aquello… Hay que tener en cuenta que el cohete no dejar de ser casi todo él
combustible altamente inflamable y cualquier cosa que le pase, pues adiós todo”.
En este caso todo salió a pedir de
boca, una vez los rusos localizaron, desmontaron, repararon y volvieron a
montar, en apenas 24 horas, un problema detectado en el cohete lanzador.
Después el desacople, la puesta en órbita y las pruebas, tanto en
comunicaciones como en los instrumentos que lleva, también alcanzaron la excelencia.
Afán divulgador
Miguel Ángel Canay, cuenta éstas y
otras muchas más vivencias en una entrevista amena, distendida, llevándose por
una moderada pasión en la oportunidad de saber que muchos lectores tendrán la
oportunidad de adentrarse en un terreno normalmente ajeno y del que solamente
suelen trascender sus principales hitos científicos.
Pero en su afán divulgativo, como así
demostró en Suiza, se muestra interesado en llevar su testimonio a quienes
todavía hoy tienen la ocasión de apostar por una carrera académica como la
suya, de manera que, atendiendo la sugerencia del Ayuntamiento rabanero, asume
gustoso el compromiso de acercarse al IES ‘Alonso Quijano’.
Allí podrá desarrollar una
interesante exposición, sin duda, de estos hitos y de otros que llegan a la
industria aeroespacial, como el cambio de paradigma en las comunicaciones,
donde las tradiciones plataformas televisivas irán dejando paso a otros
servicios más personalizados y de Internet gracias a constelaciones de
centenares de satélites.
Mientras cuaja para su equipo de
ingenieros alguna oferta en este sentido, Canay está expectante para poder
realizar una de las seis misiones del Programa de Observación de La Tierra
‘Copernicus’ de la ESA, algo en el horizonte gracias, como dice, “a la apuesta
del Gobierno español” y recalca que “es algo que nos debe llenar de orgullo a
todos”.
Es un campo en que ya cuentan con
experiencia, a través nivel nacional a través del Programa Nacional de Observación
de La Tierra, con la puesta en órbita de un radar en el satélite Paz y a
mediados de este año se lanzará el satélite Ingenio para hacer una cartografía
terrestre a muy alta resolución.
Un mundo fascinante que el hijo de
Miguel Ángel, pupilo en la localidad de Educación Infantil, tiene en su padre
el mejor de los apoyos ahora que están abordando en torno nuestro Sistema
Solar. “Ahora se ve muy bien Venus a la hora del atardecer; de hecho, es lo
único que se ve y por algo lleva el nombre de la diosa de la belleza”, afirma.
El “regalo” de vivir en Argamasilla de
Calatrava
Contemplar de esta manera el
firmamento desde Argamasilla de Calatrava no deja de ser para este gallego “un
regalo de la vida”, al que agradece infinitamente a su suegro y a toda su
familia política en general. “Cada vez que me reciben con una sonrisa pienso
‘qué he hecho yo para merecer esto’. Es un regalo y para mí vivir aquí es un
orgullo”.
“Coger el tren para
desplazarme al trabajo pasó a un segundo plano porque vivimos mejor”, de manera
que pasear a sus dos perros no lo percibía como una rutina, “sino como la
oportunidad de disfrutar de este lujo, oír las hojas de los árboles cuando
suenan en verano, disfrutar de las vistas de la sierra, del calor de los
vecinos, de las cosas sencillas que nos ha regalado la vida”, dice como emoción.