Este 1 de octubre se conmemora el Día Internacional de las Personas de Edad, conocido por el Día de las Personas Mayores, que sirve para reivindicar las necesidades que tiene este importante colectivo de la sociedad.
Los efectos psicológicos de la pandemia y el confinamiento han agravado los problemas en las personas mayores
además, cobra especial relevancia por las terribles consecuencias de la
pandemia provocada por el COVID-19 y que se ha cebado en la tercera
edad. Según los datos oficiales, la media de edad de los fallecidos como
consecuencia del coronavirus en España se sitúa entre los 78 y los 80
años. Todos ellos presentaban patologías previas que se han visto
agravadas como consecuencia de la infección por este virus. El 33% de
los contagiados en nuestro país por COVID-19 tiene más de 65 años de
edad. De ellos, el 18% tiene más de 75 años y el 32% son enfermos graves
con neumonía.
Además, todos los indicadores demográficos muestran el claro
envejecimiento de la población en España, con un 19,3 % de personas
mayores de 65 años, de las cuales un 6,1% son octogenarias. Las
proyecciones para esta población sugieren que para 2068 alcanzará el
29,4%. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, casi 5
millones de personas viven solas en España y, de ellas, más de 850.000
tienen 80 años o más. España tiene la esperanza de vida más elevada de
la Unión Europea con 83,4 años.
Ante esta situación en el país, adquiere una mayor importancia la
psicología del envejecimiento, sobre todo, en la situación actual en la
que los efectos psicológicos de la pandemia y el confinamiento han
agravado los problemas en las personas mayores, tanto los que viven en
sus domicilios familiares como los que están en residencias.
De hecho, el confinamiento y el aislamiento que han sufrido puede
conducir a desarrollar síntomas de ansiedad y depresión, al igual que en
el resto de la población. Algunas investigaciones afirman que se están
produciendo reacciones típicas de estrés postraumático (temor,
desesperanza, horror intenso, malestar psicológico, problemas de sueño,
etc.). Entre los factores que pueden modular este impacto emocional
están la duración, los estresores asociados, el miedo a la infección,
recursos personales, redes sociales de apoyo y asistencia.
Soledad
Los datos señalan que el 41,9% de las personas que viven solas en España
tienen 65 años o más, y el 72% son mujeres. Esta realidad favorece el
aumento de la probabilidad de experimentar sentimientos de soledad.
Muchas de estas personas mayores combatían su soledad participando en
las actividades que les ofrecían los centros de participación, UED,
asociaciones…etc. Pero han visto interrumpida su vida, sus rutinas y sus
mecanismos para compensar esa soledad no deseada por el coronavirus.
Así, se ha manifestado un empeoramiento de su salud física y emocional.
Otras que luchaban contra esa sensación de soledad y aislamiento
acudiendo a centros de salud, los llamados ‘polifrecuentadores’ durante
el estado de alarma y confinamiento no han podido hacerlo.
De hecho, algunas de las emociones que expresaban las personas mayores,
según datos de la atención telefónica prestada por el Copao, han
evolucionado con el paso del tiempo. Al principio, se le restaba
importancia al contagio, y los síntomas de ansiedad eran leves. Pero,
actualmente, manifiestan miedo, pánico, estrés, incluso agorafobia,
enojo y hastío.
Aunque el coronavirus también afecta personas jóvenes, y los datos lo
evidencian cada día más, los mayores parecen ser especialmente
vulnerables por diferentes factores (pérdida de familiares o amigos,
deficiencias sensoriales, soledad, menor acceso a la información,
enfermedades crónicas, deterioro cognitivo, etc.).
Residencias
Los psicólogos del envejecimiento han detectado también los miedos más
frecuentes registrados en las residencias de mayores, lugares donde el
foco de atención se ha centrado durante la pandemia por sus graves
consecuencias. Se están produciendo cambios emocionales con la aparición
de síntomas de depresión, ansiedad u otras psicopatologías, debidos a
la menor interacción social con otros residentes, con el personal y sus
familias, apatía, tristeza, aburrimiento, preocupación o miedo.
Ese temor existe de forma generalizada al posible contagio entre
residentes o entre residentes y trabajadores. También ante la
sobreestimulación de noticias, como las cifras de contagio y muertos
referidas a las residencias, o el miedo a la pérdida de trabajo de
familiares, ya que muchos de sus hijos han perdido su empleo, y tienen
hipotecas, negocios, etc. Ese mismo pavor lo tienen al contagio de sus
familiares y la sensación de falta de afectividad y abandono ante la
ausencia de los mismos.
Ante esta situación, las intervenciones psicológicas realizadas con
residentes se han centrado en la psicoeducación, orientación a la
realidad, musicoterapia, adaptación del entorno, intervenciones
individuales, comunicación con familias vía telefónica y mediante video
llamadas, paseos terapéuticos por jardines y terrazas del exterior (los
paseos al sol, al aire libre, liberan de la ansiedad provocada por el
confinamiento) durante estos meses.
Dentro de las experiencias y vivencias de psicólogos de la comisión de
envejecimiento de Copao que desarrollan su labor profesional durante
esta crisis sanitaria destacan que la mayoría presentan sentimientos de
frustración, tristeza e impotencia por la falta de test a los residentes
y trabajadores, así como la falta de medios, sobre todo, al principio.
También se da, en algunos miembros, importante miedo al contagio y
agotamiento emocional al tener que hacer tareas no “puramente
psicológicas” a voluntad de la empresa.
Pero, sin duda, las conclusiones se centran en que ha quedado
suficientemente demostrada la importancia del profesional de la
psicología del envejecimiento en residencias, para asegurar la calidad
asistencial y el bienestar psicológico de residentes, cuidadores,
familiares y resto del equipo interdisciplinar, y por ello se reivindica
la figura imprescindible del psicólogo del envejecimiento en
residencias y centros para mayores.
Otro papel fundamental es el de las familias. El contacto social es
fundamental y la familia debería hablar con estas personas mayores más
de lo habitual. Las conversaciones no se deben limitar a preguntar por
su salud, sino que es muy bueno que puedan desahogarse para que puedan
compartir sus emociones, que les ayuden a pensar en otras cosas, que
cuenten historias de otros tiempos, pedirles cosas que les hagan pensar
como recetas, pasatiempos, crucigramas, ejercicios para hacer en casa,
juegos básicos (parchís, oca, cartas), pasar tiempo con ellos sentados
en el balcón (que puedan ver los cambios de luz natural) o estimular la
memoria episódica (que nos cuenten historias de su juventud).