LAS MIGRANTES DE CASTILLA-LA MANCHA, PROTAGONISTAS DE LA CAMPAÑA DE FEMINISTAS DE PUEBLO PARA EL MES DE ABRIL

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Nuestras Vecinas Migrantes . Con este título la asociación Feministas de Pueblo hemos querido dedicar el mes de abril a las mujeres que han dejado sus países de origen y conviven con nosotras en nuestros pueblos. Y hemos hecho alusión a la palabra "vecinas", porque esta palabra es sinónimo de (re) conocimiento entre nosotras y es lo que esperamos: conocerlas, acercarnos a su realidad y llamarlas así, nuestras vecinas.

Por tener claro el contexto en el que nos encontramos, veamos primero algunos datos. Según el Instituto Nacional de Estadística, de las 748.759 personas migrantes que llegaron en 2019, casi la mitad (373.653) eran mujeres. En el caso de Castilla La Mancha, la proporción es parecida: 186.954 personas llegaron a nuestra región, de las cuales 91.800 son mujeres. Por nacionalidades, los datos desagregados indican que, más de 83.000 del total de las personas que llegan a nuestra región, proceden de países europeos, sobre todo de Rumanía, con casi el 75%; de las 46.000 que han llegado de África, el 80% vienen de Marruecos; desde América han llegado 47.000 personas, de las que 85% proceden de Latinoamérica, y de estas, la mayoría son de Colombia.  Los países asiáticos, mayoritariamente China, cuentan con unas 10.000 personas en CLM.

Si tenemos en cuenta la nacionalidad, podemos señalar que las situaciones laborales, familiares y sociales son muy variadas. Así, la población de origen marroquí presenta un modelo muy particular, caracterizado por un elevado número de emigración masculina, la existencia frecuente de matrimonios y familias transnacionales y la posposición de la reagrupación familiar hasta el momento en que la posición del pionero está suficientemente consolidada, es decir, los hombres emigran, y sus esposas e hijos permanecen en Marruecos hasta que es posible la reagrupación. En cuanto a las poblaciones latinoamericanas, la situación es a la inversa: lo más frecuente es que la decisión de migrar a otros países la tomen las mujeres, que en muchas ocasiones resultan ser cabezas de familias monomarentales;con el tiempo reagrupan a sus peques y forman nuevas parejas que, en un número considerable, son con hombres españoles. En cuanto a las personas de Europa del Este, emigran de una manera que podríamos calificar como muy familiar: migran hombres y mujeres, el proceso de reagrupamiento es bastante rápido y hay un alto nivel de matrimonios endogámicos.

Pero más allá de estas diferencias, todas comparten un dato en común: la precariedad en el empleo. Tal como nos advierte la fundación Cepaim, las mujeres migrantes encuentran trabajo fácilmente, pero sus condiciones laborales son muy precarias, con salarios bajos y trabajos de asistencia o limpieza, pues, en general, no se tiene en cuenta su formación.

En todo caso, como la intención de la asociación Feministas de Pueblo no era centrarnos en datos estadísticos, sino acercarnos a nuestras vecinas, hemos dedicado el mes a realizar una serie de entrevistas a mujeres migrantes para conocer mejor su realidad personal, sus proyectos de vida , sus ilusiones y su día a día.

Con la colaboración de nuestras socias, de instituciones como el Centro de la Mujer de Campo de Criptana y Bienestar Social de Madrigueras y de otras asociaciones (Asoc. Asharaf, Almansa Feminista, Plataforma 8M Sonseca, Feministas de Pueblo) hemos recogido los testimonios de más de una docena de Mujeres migrantes.

Las entrevistadas proceden de diferentes países (Marruecos, Rumanía, República Dominicana, Perú, etc…) y llegaron aquí, o bien solas, o bien para encontrarse con sus maridos o familiares. En general, la salida de sus países se produjo principalmente por motivos económicos, para alcanzar una situación más estable en la vida, que, en algunos casos, era de pura supervivencia. Se repite constantemente la frase “para tener un futuro”, que resume perfectamente la ausencia de perspectivas de progreso en sus países de origen. Cuando narran cómo fue su llegada y la vida que iniciaron en los pueblos nos cuentan que tuvieron problemas con el idioma o las relaciones pero, en general, se han sentido bien acogidas.

Nos llama la atención que casi todas ellas tienen o han tenido dificultades para encontrar verdaderas amistades en los pueblos donde viven y su participación en las actividades lúdicas, culturales y sociales es escasa o nula.
Para la mayoría, la vida en los pueblos les resulta tranquila y esperan conseguir en un futuro continuar los estudios, mejorar en sus trabajos o tener más tiempo para ellas.

Si alguna conclusión podemos sacar es que tenemos que acercarnos más a estas mujeres, que no solo se sientan bien acogidas, sino que encuentren una red de apoyo, de amistad y seguridad. Es evidente que sus preocupaciones no son muy diferentes de las que podamos tener cualquiera de nosotras: trabajo, seguridad, bienestar para nuestras familias y, en definitiva, vidas que merezcan la pena ser vividas.